miércoles, 15 de marzo de 2023

Paladio.

Me parece gracioso que en la Iliada atenea esté enojada con lo que Áyax el menor le hizo a la princesa Casandra. A pesar que las consecuencias de la táctica del caballo de madera deberían caer en su responsabilidad, al ser la patrona griega de la astucia en la guerra. Pero tal vez no está enojada con el acto en sí, si no con el hecho de que se consumó en su templete.

Hace un tiempo escribí un corto cuento, Alegoría de la vida Cristiana, ahí describí una chica sin nombre con las características físicas de una shamana del periodo Kofun. Ahí Castigo la regaña haciendo referencia al rapto de Casandra, como demostración de que la idolatría, que es esperar del mundo satisfacción y auxilio, es algo ridículo y peligroso. Algunos piensan que la idolatría es algo muy obvio, pero no realmente, porque el lento de mente y de torpe inteligencia no entenderá qué es realmente. Citaré de Radio Cristiandad:

Cuando pecamos y les pedimos a las creaturas aquella felicidad que sólo Dios puede darnos, las tratamos a ellas como si fueran Dios y por ello mismo, en nuestra ilusión y en los espejismos que nos fabricamos, las convertimos en dioses. Y empezamos así a fracasar en nuestra aspiración religiosa porque empezamos a convertirnos en idólatras, de momento que dedicamos a las creaturas objeto de nuestro pecado, lo mejor de nuestros esfuerzos y afanes y llegamos a considerarlas como el centro de nuestra aptitud humana e incluso de nuestra vida misma. Así, por ejemplo, el dinero es el Dios de los avaros.

Podemos ver, que entonces el libro erótico es el dios de los lascivos, la televisión el de los perezosos, el deporte sangriento el de los iracundos, la ficción el de los envidiosos, y así. Nuestro mundo moderno es entonces neopagano, por eso dije en la entrada titulada "Desesperanza" que éste mundo pandemonico debe ser destruido. Debe haber una hecatombe que purgue al mundo para que haya esperanza, tal cual dije en mis entradas "Nada pasa nunca" y "Se acabó todo".

Ahora, les quería hablar del Paladio. Era una figura de palas, una amiga de atenea, que había caído en frente de Ilos, el fundador de Ilión. Cuando Áyax el menor rapta a Casandra, lo hace en frente de la estatua de palas, es simbolismo puro. Por un lado Casandra tenía el conocimiento para ayudar a salvar a Troya, pero siempre era ignorada, por otro lado, Áyax de Oileo era visto como el menor de todos en el bando de los aqueos. Ambos son vistos como el más inútil de sus bandos.

Claro que iban a odiar a Áyax, ya que él odiaba a atenea, que era la patrona en el lado de los aqueos. Los muy molestos mitógrafos inventaron que fue castigado, cuando ese no fue el caso. Claramente se quedó con Casandra. Áyax dice que no la ultrajó, pero realmente no importa, pues lo basado del personaje se encuentra en el hecho de que ofendió a la patrona de los aqueos.
 
Robó el tesoro de su enemigo, rapto la única con cerebro de los troyanos, huyó y se salió con la suya. Éste representa no el espíritu faustiano de occidente moderno, que reside en los no-héroes como Aquíles, sino el espíritu latino de vivir contentado con poco. Lo que los muy graciosos etno-nacionalistas pan-europeos llaman "Espíritu Mañana"
 
Les copiaré parte del mensaje que di a tradiciónviva.es, con respecto a un artículo que condena la "practicalidad", pues veo que cabe bien en éste contexto:
 
Yo me considero un hombre práctico, y sí, no deseo nada, no ambiciono nada, no pido nada. En mis oraciones no pido a Dios nada, al fin y al cabo si mis deseos fuesen buenos ya están incluidos en la voluntad de Dios, que es sólo bondad. Pedir algo sería superfluo.
 
Para el megalómano raciocino faustiano ésto es inconcebible, "es mentalidad de esclavo" gritan los alaracos. No, mentalidad de esclavo es el estoicismo que estos tontos tanto practican. Que en su máximo expresor, Marco Aurelio, es la mentalidad de un hombre sin Dios que abomina un factor inherente al alma humana, que es la satisfacción de la calma y tranquilidad de ser al vivir en comunión con Dios Cristo Pantocrátor.

Ellos elevan al podio a personajes como Aquíles. En su egolatría no encuentran mejor reflejo que aquel que fue el ídolo del hombre más avaricioso de la antigüedad clásica. Mientras Áyax Menor, o París, que son personajes realistas y prácticos, que toman las cosas que tienen a su alcance, que dejan en las manos de su superior aquello que no pueden hacer ellos mismos al darse cuenta de su inherente debilidad e incapacidad para actuar. O como el sabio Néstor que intenta cambiar el mundo a su alrededor mas no es un representante de esa búsqueda soñadora e impráctica del mundo moderno. O el patriota Héctor que no le importa defender el concepto de Troya como nación, sino que realmente sólo le importa su señora e hijo. Ninguno de éstos son el objetivo de su admiración.

Áyax es el que entró por el caballo de madera junto a Odiseo, pero a éste último es a quien le dieron una secuela. Al que es un mentiroso, que gana sin fuerza y con sólo astucia, que tiene un advocato entre las fuerzas caóticas que mueven la narrativa, su patrón hermes que le da una ventaja innata comparado con el resto. Ésto es claramente lo que los "soñadores" desean. Ven en Odiseo un representante del "wanderlust". Empero, si alguien más tiene estos factores, pero tiene el espíritu latino en sí, entonces la envidia los carcome como herrumbre al fierro. Son incapaces de concebir cualidades como estas fuera de ellos, entonces personifican cualquiera otro que las presente como un precursor de sí mismos.

Entonces vemos, que el dios de los ególatras no son ellos mismos, sino que ellos se ven a sí mismos como la encarnación de un algo que los preexiste y que vivió antes en héroes greco-latinos. Como podemos leer en el "ulysses" de alfred tennyson, escrito que muestra todas las características neopaganas de occidente y las pone en un ídolo.

Por ésta ridiculez deseo rescatar a los arquetipos clásicos para dejarlos en mejor lugar. Entremos a Troya inadvertidos, tomemos el Paladio, raptemos a Casandra, y regresemos a la patria, agradecidos con aquél que sí nos dio la gracia para triunfar, y no en aquello que es superstición. Si quieres un Ulises moderno, mira al Quijote de Cervantes, como puse en mi entrada de Diario número 16. Si querés algo tenés que ser vos el primero en llegar, y eso no depende de nosotros, sino de una voluntad superior. Busquemos ser como Melquisedec, que venimos a recibir a los héroes de verdad.

Si nos fijamos bien, veremos que los ególatras al adorar estos conceptos de una concebida innata superioridad, terminan en la antropolatria. Cito nuevamente a Radio Cristiandad:
 
Pero si por el pecado ejercitamos una actitud abominable que engendra dioses falsos, siguiendo este mismo proceso, es lógico que si somos pecadores, empecemos a considerarnos nosotros mismos como a dioses, porque podemos considerarnos por lo menos tan grandes como las realidades que engendramos. Por eso dice San Pablo refiriéndose a los que desprecian la cruz de Cristo por los placeres de los sentidos, que “su Dios es el vientre” (Fil 3, 19).