martes, 7 de marzo de 2023

Nada pasa nunca.

 Estoy un tanto desesperanzado.
 
No puedo convertir a una sola persona totalmente a la Verdad, no creo que pueda convertir razas enteras.
Leyendo la encíclica Miranda Prorsus de Pío XII, veo que los pedidos del Santo Padre de armar un organismo que enseñe cómo hay que espectar entretenimiento, y de cómo hay que hacer un esfuerzo en censurar los medios por la sana moral, pues, no se están cumpliendo en lo más mínimo, en lo absoluto.
 
Estas naciones, gentiles y otrora cristianas, ninguna está lista para recibir el evangelio. Están muy cómodas, demasiado llenas de mundanidad. Los vientos fatuos los soplan como torbellinos, como tifón y huracán. La única forma para que quieran aceptar a Dios, es primero si sufren. La guerra, la profetizada guerra cataclísmica que será gigantesca, con conscriptos jóvenes y viejos, hombres y mujeres, un movimiento bélico que será, a cierto sentido, peor que la temida hecatombe nuclear, la cual no faltará. 
 
Sólo una guerra podría sacar a éstas naciones de su letargo y suscitar acción en sus ciudadanos, incluyendo así el amor a la Verdad.

Pero, creo que mis sueños serán realizados solo en las páginas de mis escritos, porque no hay forma de que algo pase. Me acuerdo del dictum que dice: ¡Nada pasa nunca!

Y nada nunca pasará-.