viernes, 3 de marzo de 2023

El "triunfo" romano.

Después de Alejandro, otro que siempre habla la gente es Julio César. Más que un genio, era un tipo con suerte increíble, o mejor dicho, la Providencia le tuvo el camino preparado. 
 
Puedo disculpar al mundo clásico por su paganería, al fin y al cabo eran sociedades increíblemente supersticiosas. Pero no hay que olvidar que de éstas sociedades fuimos todos rescatados, comprados por la sangre de Cristo. Por eso un poco de honores justos hay que dejarles. Igual y algún arcano puede ser sustraído de ellos. Algún axioma podremos obtener.
 
Algo de inspiración divina tenía que estar cuando diseñaron el rito del Triunfo Romano, aunque no totalmente, obvio. Primero hay que explicar lo que es el rito del Triunfo Romano.
 
En la Roma antigua estaba este perímetro llamado el Pomerium, uno no podía cruzar sin permiso este perímetro o morían, como el hermano de Rómulo, Remo. Al cruzar el Pomerium todo honor extra era borrado, y el cruzador se volvía un ciudadano regular. Para cruzar el Pomerium y mantener el estatus de honor, sólo se podía durante un Triunfo, y sólo a uno que fuese declarado como Imperator por sus legiones, y después permitido por el senado.
 
Un Triunfo era un desfile militar donde primero se adoctrinaba la población con una exposición de los animales exóticos y de las riquezas obtenidas, se enseñaba con pinturas que mostrasen el ingenio romano que hubo en acción. Después, pasaban las legiones, cantando y celebrando. Varias veces el ejército enemigo era llevado para ser ejecutado al final del cruce.

Durante el cruce, el Imperator iba en una cuadriga, se vestía totalmente de púrpura como los antiguos reyes, y se pintaba la cara de rojo como la estatua de júpiter capitolino.  Es famosa la escena donde la cuadriga de Julio César se le soltó una rueda justo en frente de la estatua de Fortuna. Un mal augurio para los supersticiosos romanos.
 
Llegando al final se estrangulaban a los prisioneros de guerra en frente de un templo, incluyendo al rey bárbaro vestido en sus insignias reales. Y decían los romanos que ellos no practicaban el sacrificio humano, mentirosos. Esto habla de lo que significaba la guerra para los romanos, ya que este sacrificio ocurría al final de la vía (in)sacra, donde estaban todos los templetes más importantes de los romanos. Era el triunfo romano el rito de la devoración y supresión de un pueblo ajeno, sus reyes muertos a los pies del pseudo-rey, el imperator. Roma, las piernas broncíneas de la estatua de Nabucodonosor, devoradora de muchos pueblos.

Pero acá hay un detalle enigmático muchachos. Detrás del Imperator subido en su cuadriga había un hombre sosteniendo una corona de laureles sobre su cabeza, susurrándole "recuerda que eres humano". De éste tipo quería hablar, ya que yo lo veo como el proto-bufón, ya que éste tiene que mostrarle un espejo al Imperator para mantenerlo en la humildad, cosa dificultosa por el cosplay de deidad que hace al pasar por el Pomerium. No sorprende entonces que durante la época imperial dejó de celebrarse el Triunfo. La divinización imperial, el culto a los césares no toleraría esta parte humanizante.
 
Les menciono que me interesa el carácter que ejemplifica la imagen medieval del bufón cortesano, que luego se mezcló en el imaginario popular con la del juglar, el cantor de las gestas que eran epopeyas caballerescas. Juntos evolucionaron en el personaje del Pícaro, un personaje típico, hallándose en el Arlequín y Colombina de la Comedia del Arte, y siendo el protagonista de las historias barrocas y romanticistas, es realmente el primer tipo de protagonista moderno.

Empero, para mí, si tomamos el personaje desde éste origen en el Triunfo Romano, en lugar del pícaro, ahora recibimos a otro personaje, que me gustaría llamarlo por etimología latina como el Rogo, un arquetipo superior en muchos sentidos a todo lo que vino después. Ya que en el contenido posterior se deja de lado a Dios por cosas terrenales, las ficciones se fueron volviéndose desenfrenadas, osease malditas, efecto de convertirse realmente en un tipo de circo. No eran como los apothagmata, las máximas que en pocas palabras decían mucho. Sino que el nacimiento de la novela moderna está llena de malignidad en sus palabras. Son ficciones creadas por y para mundanos, susurradas por vientos fatuos. Por eso rio ante el precepto de que puede haber tal cosa como un libro "clásico" fuera del periodo de la antigüedad clásica. Todos los libros de ficciones no sirven para nada, el autor puede crear cualquier mentira que quiera y si la dice con suficiente habilidad en la retórica puede pasar por verdad. Todo esfuerzo de sabiduría real está sólo en el Buen Libro.

Pensemos en como el bufón en la corte del rey era adamante en humanizar al rey, su opinión era realmente la más honesta e informada de todos los cortesanos, llegando a ser considerado la mano derecha del rey. No dejemos que la ropa arlequinesca que parodia el Fleur de Lis nos engañe, era un afianzado del rey. Mucho más difícil les era dar su opinión a los cortesanos chinos. A los emperadores orientales se les tenía que aconsejar también, pero ya que ellos se consideraban como hijos del cielo, y por lo tanto arriba de todos, para convencerlos se les decía que si sus actos no eran de acuerdo a la voluntad de los cielos su autoridad sería removida y dada a alguien más, cosa muy probable. También se les expresaba de que su comportamiento estaba causando desbalances en la mismísima naturaleza, terremotos y otros desastres naturales.

He ahí el crux del asunto. Vemos en el siervo sosteniendo la corona sobre la cabeza de los "triunfadores", de los "imperatores", a un ángel, vemos a un intermediario, un mensajero de Dios, que otorga la gloria terrena por el momento. Siempre sosteniendo la corona pero nunca dejándola caer en su cabeza. El verdadero Emperador, el que decide quién gana y quién pierde, Dios, estaba escondiendo su ángel a plena vista. Mientras que el pueblo romano seguía en su idolatría. El que les concedió todas sus victorias estaba suspirándoles, "recuerda que eres humano(tierra, polvo)". Si esta tradición es una adición posterior o no, no nos concierne ahora, el simbolismo que carga es simple y limpiamente cine. Les dejaba Dios vestirse como reyes, vestirse como sus ídolos, y los dejaba jugar a que el permiso de hombres (el senado) les otorgaba "gloria". Permitía que Roma se tragase otro pueblo, otra victoria que en su superstición se adjudicaba a su panteón maligno. Mientras tanto el Rogo estaba ahí, sosteniendo la gloria del imperator.