jueves, 30 de marzo de 2023

Odio.

Déjenme hablarles del odio.
 
Soy yo un infantiloide. Si las cosas no van bien a la primera, me rindo. Si no va exactamente como quiero, me rindo. Veo muy a lo lejos y pienso que ya estoy en la meta. Quiero colgarme de los títulos y el honor para el éxito y apreciación de la gente, antes que mi propio honor eleve la dignidad de ellos. 
 
Estoy cansado siempre, me distraigo tan fácilmente, soy débil y sin convicción real, me gusta obedecer órdenes para quitar el peso de la responsabilidad de mi persona a otro, esa es la cláusula de la obediencia derivada de la pereza, soy manso cuando me conviene. 
 
Cómo nada bueno viene de árbol malo, aún con mi acatar mandatos todavía quiero tener siempre el control de la situación. Si en el único trabajo asalariado que tuve intenté quemar el lugar para imponer dominancia.

He ahí el crux del asunto. Soy rápido para enojarme, y no hay cosa que me enoje más que la herejía. Como dije en la entrada de Diario N° 30, no quiero salvarlos, quiero condenarlos. 
 
A mi me gusta ganar, y más cuando sé que es por una causa como la Justicia. Empero, ¿quién entiende a la justicia? Si Dios es el único que la aplica de forma correcta siempre, ningún humano puede decir estar del lado de ella. 
 
Por esto, cuando sé que el adversario es un hereje ahí sé que es un enemigo. Cuando me enfrento a los enemigos de la humanidad, ahí me llena un odio tan poderoso, que puede durar por semanas. No tengo mejor combustible para el celo que el odio. Si pudiera hacerle sentir esta rabia ahogada en impotencia a alguien más, podría convertir al más pacifista en un nazi absolutista. 
 
Cuando creo que ya la desesperanza me ha tragado, cuando veo que la inutilidad de mis deseos es un hecho, cuando el odio ya entibiado por el peso de la depresión me hace caer en la idea de que ningún pueblo merece la salvación. Cuando por miedo, cobardía y locura quiero dejar atrás mi sueño, basta una sola vista a los herejes, a los impíos, y es suficiente para hacerme sentir como si fuera la primera vez que entré a conocer la Verdad.
 
El hombre, en su debilidad, necesita conocer el vicio para mejor entender la virtud. Odio tanto a los pueblos, odio tanto a Adán, pero por eso el amor que Dios tiene para él que es Su creación, ese plan de salvación para mí brilla incluso más fuerte que si no conociera el odio al genero humano.

Quiero la Absoluta Restauración Eclesial, pero creo que la restauración de la monarquía es requerida al mismo tiempo. Para ello veo que la energía destructiva del chileno necesita ser aprovechada de alguna forma, por lo que creo que si este país quiere perdurar en el tiempo ha de tomar nota de lo que fue Prusia, sería lo más óptimo. Claro que me refiero principalmente a la forma en la que fue fundado, originalmente eran una Orden Militar, los caballeros Teutónicos, que por una bula papal obtuvo permiso de afanarse los territorios conquistados. 
 
Cito a Plineando: "...El cruzado permanece en una actitud contemplativa... él no está mirando lo que pasa a su alrededor. Está mirando dentro de sí mismo. Y dentro de sí mismo considera un ideal muy superior, que le ilumina el alma: son los principios por de los cuales es obligado a combatir. Todo su ser es un edificio de coherencia, de metafísica, dispuesto a descargar el golpe. Todas las razones del combate las tiene presentes, todo raciocinado, coherente, positivo."
 
Con ello, creo que lo más lógico es esperar a que la Virgen María abogue por la Restitución de la regencia a su legítimo dueño.
 
Que no me ponga tibio a la Restauración, por amor a Dios. Quiero el querer pelear, y no abandonar la causa. No confío en mis habilidades en lo absoluto, como dije al principio de esta entrada. Yo sólo, no puedo hacer nada. Ya que, por mucho tiempo he experimentado mi propia debilidad.
 
Confío en que, lo que la Virgen quiere, es la Restauración. Porque entonces ya habré encontrado un representante en la corte celestial, Ella. Confío que Ella quiere la Restauración, ¿porqué no la querría? ¿No fue Ella la que más se esforzó por darnos chances para prever la apostasía?

Creo entonces, que lo que decían las profecías católicas ha de suceder. Creo que, si lucho con Ella como mi abogada, podré ganar para la causa restauracionista más apoyo del que lograría sin Ella. Confío que si uso el bello Nombre de la Virgen podré convencer al obispo de que me ayude. Lo que Jesús le dijo a Bridget es verdad, el pueblo que no me conoció me encontró, los paganos serán entonces rescatados, es lo que hay que hacer.

Para ser el soldado perfecto hay que ser, como dice Plineando, un cruzado, el cual: "...No exagerará, ni subestimará, ni torcerá la realidad, ni mentirá. Él ve lo que sucede y dice lo que ve. Es el varón serio por excelencia."
 
Ya que no actuar con honestidad nos quitará el beneplácito de Nuestra Señora, haré todo en mi poder para ser el hombre más honesto, haré todo lo que Dios mande para difundir la postura Sede Vacante, seré el soldado más valiente en esta guerra. Pero sólo puedo serlo, si Ella me ayuda.

Si soy honesto, creo que hasta ahora todos se han comportado como unos pecho frio que no achuntan ni una. Creo que Dios me rescató de la soledad y depresión para darme cuenta de éste momento. ¿Cuántas serán las eternidades que tendré que agradecerle a mi Señor por haberme mostrado tanta piedad? ¿De cuántas recaídas en la depresión y la desesperanza me ha rescatado? El hombre es mudable, su opinión es mudable, su ser cambia, pero Dios y sus santos son eternos, para ser un soldado perfecto, tengo que ser así, inmutable. 

Pero creo que el problema real, el que es un impedimento para el progreso de ésta misión, y que creo es la razón por la que Dios no nos permitirá la restauración, es porque soy un fanático. El fanatismo religioso, contra-medida ante las herejías de la secta deuterovaticana, tiene que suavizarse si pretende ganar adeptos. Pero creo que hay un miedo de que bajar las revoluciones de los adherentes a la postura sedevacantista podría causar recaídas fuera del movimiento.

Los católicos, siguiendo el magisterio de san Pío X, no tenemos otra misión que restaurar la Ciudad Católica, que no es construcción ideológica, sino realidad que existió llamada a su restauración. El modernismo, por contra, se empecina en frustrar nuestra acción; bien corrompiendo el recto sentido de la religión, disfrazándola de apéndice humanista preocupado exclusivamente del bienestar y placer del hombre, bien ocultando la militancia política en la «sana laicidad», que olvida el combate político y hace coexistir la «piedad» personal con la impiedad colectiva.

Creo que para cerrar esta entrada, es propicio citar lo que dijo el Padre Leonardo Castellani acerca del celo de la fanaticada:

Los valores religiosos son ciertamente los más altos de todos, son la cúspide de la pirámide de los valores, pero la pirámide no es pura cúspide; la cúspide tiene que estar sustentada por la falda. Si usted se sube a la cúspide y después retira la falda, se cae usted y la cúspide; y ésta deja de ser cúspide.

El fanático es muy religioso o cree serlo; pero da en despreciar todo el resto, la ciencia, el arte, la nobleza e incluso las virtudes naturales, el talento, el genio, el espíritu de empresa. Su religión se desboca, como si dijéramos.

Hay religiosos que son buenos religiosos (o lo creen) y desprecian a medio mundo; desprecian, por ejemplo, a las otras Órdenes religiosas o a los casados, desprecian el Matrimonio. Son fanáticos. Los abusos que ha habido en la Iglesia, y que le incriminan sus enemigos, son obra de fanáticos.
 
Hace poco recibí una carta furiosa e insultante desde Vigo de un sacerdote español, José Carmiña, que me insulta porque dice que yo odio a España y ataco la Inquisición. Yo amo a España y defiendo la Inquisición, pero no sus abusos.