jueves, 2 de febrero de 2023

Oda a hispania.

Eres, ¡oh España!, la más hermosa de todas las tierras que se extienden del Occidente a la India; tierra bendita y siempre feliz en sus príncipes, madre de muchos pueblos. Eres con pleno derecho la reina de todas las provincias, pues de ti reciben luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, la porción más ilustre del globo. En tu suelo campea alegre y florece con exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo.

La pródiga naturaleza te ha dotado de toda clase de frutos. Eres rica en vacas, llena de fuerza, alegre en mieses. Te vistes con espigas, recibes sombra de olivos, te ciñes con vides. Eres florida en tus campos, frondosa en tus montes, llena de pesca en tus playas. No hay en el mundo región mejor situada que tú; ni te tuesta el ardor del sol estivo, ni llega a aterirte el rigor del invierno, sino que, circundada por ambiente templado, eres con blandos céfiros regalada. Cuanto hay, pues, de fecundo en los campos, de precioso en los metales, de hermoso y útil en los animales, lo produces tú. Tus ríos no van en zaga a los más famosos del orbe habitado.

Ni Alfeo iguala tus caballos, ni Clitumno tus boyadas, aunque el sagrado Alfeo, coronado de olímpicas palmas, dirija por los espacios sus veloces cuádrigas, y aunque Clitumno inmolara antiguamente en víctimas capitolinas ingentes becerros. No ambicionas los espesos bosques de Etruria, ni admiras los plantíos de palmas de Molorco, ni envidias los carros alados, confiada en tus corceles. Eres fecunda por tus ríos, y graciosamente amarilla por tus torrentes auríferos; fuente de hermosa raza caballar. Tus vellones purpúreos dejan ruborizados a los de Tiro. En el interior de tus montes fulgura la piedra brillante de jaspe y mármol, émula de los vivos colores del sol vecino.

Eres, pues, ¡oh España!, rica de hombres y de piedras preciosas y púrpura, abundante en gobernadores y hombres de Estado; tan opulenta en la educación de los príncipes, como bienhadada en producirlos. Con razón puso en ti los ojos Roma, la cabeza del orbe; y aunque el valor romano vencedor se desposó contigo, al fin el floreciente pueblo de los godos, después de haber alcanzado el triunfo sobre los romanos, te arrebató y te amó, y goza de ti lleno de felicidad entre las regias ínfulas y en medio de abundantes riquezas.

Nuestro aire nunca contaminado por la neblina de los pantanos. Cubierta de ganados, segura y abastecida de castillos. Por Bóreas las yeguas parían nuestros equinos, éramos lozanos de caballos, provechosos de mulos. Atlas era nuestro amable vecino. Los peces nos traían oro en la boca. No hay esquina en la tierra que de tumba hispana carezca.

Pobre Híspalo, tan repentino fue su dolo y destrucción, que no ha habido torbellino ni lluvia ni tempestad de mar a que lo pudiese asmar ¿Cual mal o cual tempestad no pasó por Hispania? Adolorida, ya más muerta que viva, suena su voz así como del otro siglo. Doloroso es el llanto, llorosos los alaridos de Hispania que llora a los suyos hijos y no se puede consolar porque ya no son. Las suyas casas y moradas es todo yermo despoblado y su honra es tornada en confusión. Los buenos combatientes se perdieron en extremo. Los que se apreciaban caballeros encorvados labran el suelo.

Mírense ahora y lloren, en vez de jueces, tienes caciques, en vez de mana, comes lodo, en vez de unión, hay división, en vez de gloria, tenemos pena, en vez de felicidad, desesperas... ay de ti, tierra demacrada y engañada, ay de los Hispanos perdidos y ambulantes. Botaron los imbéciles el peso ligero de la suave cruz, en su lugar prefirieron empujar la piedra de Sísifo eternamente condenados por su obstinación. Por ésto, doblemente fuiste humillado, hecho igual al polvo y al pasto quemado. No olvida el Señor ni puede ser confundido. Y el tiempo para arrepentirse está advenido. Corazón nuestro estáte preparado.