domingo, 9 de julio de 2023

Ya no siento Odio.

La verdad, leer a san Alfonso y a san Claudio me ha completado en mi arco de personaje.

Mi extrema paranoia, mi desconfianza total, mi autoduda constante, simplemente esta personalidad a encontrado su complementación en Dios. Porque al entrar en mi corazón sólo está la Virgen, sobre esté trono de sabiduría está Dios sentado, mi alma en su regazo.

Eso es todo lo que diré, porque los detalles de está habitación y los que la habitan son enigma de mi corazón. Símbolo que prueba que Dios es MI Dios, y si es mío, queda por lógica evidente la implicación de que Dios no es tú Dios. Por lo que quiero decir más bien, no es de otro, si ese otro es un hereje. 

Puede Dios ser tan tuyo como mío, pues Dios al ser infinito no se ve reducido al entregarse hasta satisfacer a un individuo. Puede ser tan mío como yo quiera, y puede serlo incluso más hasta donde Él desee, y no se diezma ni disminuye. 

Muchas veces le pedí a la Santísima Virgen María que sea mi Capitana-General (cf. 'La constitución de la orden que quería formar', punto 4). Es ahora Ella esto mismo, pero de algo mucho más importante para Dios que cualquier Orden, el Palacio de mi corazón. Mi ángel custodio es el Caudillo, mi Emperador Dios, mi Rey Jesús. Y todos los títulos más bellos que mi mente pudo conjurar se los di a Ella.

Ánima mía, la doncella resguardada, el tesoro del castillo, única a quien mi Emperador le dirige la palabra. Voluntad mía, organizada y sin ninguna prisa, Mayordomo del castro, nunca cansado, no siente ninguna molesta, sus objetivos comunica al alma. Castillo mío, murallas inexpugnables, protegido por las montañas, pintado humildemente, vagabundo en la tierra, siempre camina por el arrollo. 

Realmente, no iba a saber yo cuál librito iba a darme la resolución que necesitaba, fue entonces la Providencia mi ayudador. 

Entiendo la terrible dificultad que hay para llegar a la santidad, pero siento ahora una paz sin precedente. He llegado a un punto seguro, un punto para guardar, para descansar, al cual puedo ir en cualquier momento. 

Si fueras a abrir mi pecho, solo verías a la Virgen.

No hay ya noche, porque tengo a aquel a quien le es tan clara como el día. Porque tengo a mi sol de mi lado. No hay esquina en este orbe que no adore a Dios, Él me la ha asegurado. 

A Adán y su kin, por mi padre Enoch pertenezco, la familia mía no detesto. Y no tengo ya miedo de la semilla de la serpiente, porque el de arriba no les dará poder sobre nadie más. Estoy contentado y no importa cuantas flechas los inmundos me tiren, la voluntad no es doblegada, y con eso la victoria está asegurada.

Como no amar a Dios, como no alabarle constantemente, si ese es mi deseo. Me ha cumplido mis deseos y me ha cortado lejos del frío, porque la habitación del trono entrona a un fuego que no se apaga, un fuego que consume el fuego.