jueves, 6 de julio de 2023

Beowulf.

Ayer mientras leía las palabras de san Alfonso María de Ligorio, me quedé estupefacto, porque hablando de Dios dice:

No le veas como un monarca altivo que sólo hablará con los grandes y sobre grandes asuntos. Él, tu Dios, se complace en rebajarse a ti, y en oírte comunicarle tus más pequeñas y ordinarias preocupaciones. Te ama tanto, tiene tanto interés en ti, como si no tuviera a nadie más que a ti. Está tan dedicado a tus intereses como si el único fin de su providencia fuera ayudarte, de su poder todopoderoso para ayudarte, de su misericordia y bondad para apiadarse de ti, para hacerte el bien y para ganar por su bondad tu confianza y tu amor. 

Pero mientras dice tal, recordé las palabras de san Claudio de la Colombiére acerca de cómo hay que entregarse al sufrimiento que Dios nos entregue:

Es una verdad de fe que Dios dirige todos los acontecimientos de que se lamenta el mundo; y aún más, no podemos dudar de que todos los males que Dios nos envía nos sean muy útiles: no podemos dudar sin suponer que al mismo Dios le falta la luz para discernir lo que nos conviene...

...En efecto, si pudiéramos descubrir cuales son los designios de la Providencia, es seguro que desearíamos con ardor los males que sufrimos con tanta repugnancia. 

Según leí en "Vida y Mes del glorioso patriarca San José" que escribiera el Padre Antonio Casimiro Magnat, en el coloquio entre el Alma y san José, dice el patriarca:

...Un piadoso ermitaño tenía la costumbre de levantar los ojos al Cielo y permanecer un momento inmóvil antes de obrar. Se le preguntó por qué hacía aquello, y respondió: «Aseguro el golpe». Como el cazador que apunta bien antes de hacer fuego, así él fijaba su atención en Dios para asegurar su acción...

Cosa que san Alfonso también recomendaba:

..El Padre Saint Jure os recomienda que hagáis cada mañana un pacto con Dios, que cada vez que hagáis una determinada señal, como poner la mano sobre el corazón o levantar los ojos al cielo o al crucifijo, o algo parecido, pretendáis hacer con ello un acto de amor, de deseo de ver a Dios amado por todos, de oblación de vosotros mismos y otros actos de la misma índole..

A lo previo añadiré también la siguiente cita de san Clemente de Roma:
Porque el reino de los cielos no se alcanza por la elocuencia, ni por la fama, ni por la posición, ni por el linaje, ni por la belleza, ni por la fuerza, ni por la duración de la vida, sino por la fuerza de la fe, cuando el hombre muestra las obras de la fe....
..Porque se requiere del hombre de Dios, que en todas sus palabras y obras sea perfecto, y que en su vida esté adornado con toda conducta ejemplar y bien ordenada, y haga todas sus obras en justicia, como un hombre de Dios.

Acá vengo a decir entonces, de que todo lo que podamos ser, es si Dios nos lo permite. Sólo puede ser uno tan poderoso como Dios le permita serlo, y Él sólo nos dará fuerza si primero le permitimos vivir en nuestros corazones, pues no hay nada más apto y suave que nuestro corazón más íntimo como cálida morada para Dios. Si se puede expresar así, el paraíso de Dios es el corazón del hombre; Sabiendo que no hay error que, por más grave que sea, no contenga un fondo de verdad (Cf. S. Tomás, Suma c.Gent. III -c 10), te pido entonces que seas como Hanuman pero católico. (cf. Juan 19:11; Salmos 92:10; Proverbios 3:3-4; Proverbios 8:31; Revs. de St. Bridget Lib. II, Cap. 3).

Quiero, finalmente citar a Beowulf, la epopeya teutónica:
La vida habría terminado para el hijo de Ecgþeow, bajo la ancha tierra para ese conde de Geats, si su armadura de guerra no le hubiera ayudado, red de batalla dura, y el santo Dios esgrimiera la victoria, sabio Hacedor. El Señor de los Cielos permitió su causa; y fácilmente se levantó erguido el conde.

Todo esto, solo para decir, que como llegué a expresar en mi entrada 'Diario de Viaje', que la relación del Creador y la creación es símil a la de una pareja. Así es como Santa Brígida describe el alma, más o menos (véase Revelaciones de Santa Brígida: Libro III, Capítulo 24). Ahora bien, sé que históricamente siempre se ha descrito así a la Iglesia, pero no comprendía que el alma individual TAMBIÉN pudiera ser descrita como la esposa de Cristo. 

Empero la ilación que hace el doctor eclesial arriba del todo citado simplemente es demasiado lógica. Prosigo, que no es raro que, teniendo en cuenta la singularidad de perfección inefable que es Dios, lleve La Verdad epítetos que en nuestra realidad natural van a distintos hombres en la vida de una dama. Ya que es Él origen de toda bondad.  

Llegue yo mismo a ésta conclusión para dar con un arquetipo que encuadre las dos descripciones que san Claudio y san Alfonso me dieron de Dios. Creo, pues, que tendré que releer a san Luis María de Montfort después de esto, para hacer a mi alma la mejor esposa de mi Rey.