lunes, 10 de julio de 2023

Diario 40

Increíble como tantos santos católicos gastaron tanto tiempo escribiendo libros espirituales, sólo para que luego nadie los lea.

Infamemente había escrito una entrada donde intentaba adentrarme al mundo literario, pero fallé estrepitosamente. Y ahora, que gracioso, el hecho de que los textos no-narrativos que pensaba yo eran los únicos que merecían existir, ahora no les veo el propósito tampoco. 

Al fin y al cabo, si Dios, que es el origen de la sabiduría y por lo tanto en más de un sentido el co-autor de cualquier devocionario, no le importa resguardar ni las reliquias, ni las iglesias ya sean cátedras o parroquias, no le interesase a Dios reservar tampoco ningún librito espiritual, qué más da? El puede perfectamente dar la misma inspiración a otra persona, otra vez, otra vez, cuantas veces quiera.

Él puede hacer todos los santos que quiera cuando quiera sin límite alguno.

Me acuerdo de todas esas promesas hechas a los fundadores de órdenes, hablo de los jesuitas, los dominicos, los carmelitas, los benedictinos, los franciscanos, y todas sus sub-órdenes, y cualquier otra orden católica que le dijeron cómo en el final de los tiempos iban a ser super importantes y blablabla. 

Más me parece que todas están extinguidas, o me equivoco? No quedan siquiera las ascuas de éstas confederationem? Reducidas casi al nulo, no se sienten acaso tan pequeñas y mutiladas? 

NO estamos obligados a creer en ninguna revelación personal, aunque se las hallan hecho a santos canonizados. Pero qué necesidad tengo de burlarme de ellos? Cómo si no estuvieran los recipientes de ésas revelaciones disfrutando ahora mismo de la visión beatífica. Realmente, estoy triste, pero realmente, no importa.

Desde el origen de está nueva creación hace 2000 años, hasta hoydía ha habido tantos trabajos, rezos y demás. Todo grabado para la posteridad. Dije en entradas como 'Expresión cultural' y 'Libros' la necesidad de archivar, de tener información sobre nuestra fe. 

Pero, acaso no será mucho? Estamos hablando de 2000 años, es un largo tiempo, se ha producido una cantidad insurgente de contenido en dos milenios. Son dos mil años, dos mil veranos, dos mil inviernos. 

Loquísimo como Enoch todavía está ahí en el cielo, con Elías, esperando el momento. Todavía esperando.

Menciono a Enoch porque lo veo como un ejemplo perfecto la verdad. El hombre vivió en una época donde el libertinaje estaba llevando a la humanidad a un momento tan apocalíptico que, si no fuera por la misericordia de Dios, hubiera exterminado toda la vida en el planeta. 

No dejó él nada por escrito, pero sabemos que toda santidad que vemos en cualquier otro santo y devoto religioso estaba también en él. De hecho sí, tuvo que haber sido el tipo de santo tan especial, abajo solo de alguien como la Virgen María, como para ser tomado por Dios. Y solo se nos ha conservado una frase suya de mano de san Judita:

Mirad que viene el Señor con millares de sus santos, a juzgar a todos los hombres, y a argüir a todos los malvados de todas las obras de su impiedad, que impíamente hicieron, y de todas las injuriosas expresiones que profirieron contra Dios los impíos pecadores.

Por eso no me preocupo, si llegase a perderse todo libro de devoción, toda acta de mártir, toda hagiografía, yo sé, yo sé que el corazón de un santo lo mantendrá con vida. Porque hay un testigo de todo ahí arriba que preserva todo lo bueno, todo lo que es oculto a los hombres bajo la tierra. El Señor con millares de sus santos que viene a juzgar.

Mas yo todavía haré el esfuerzo de preservar todo lo que pueda, manteniendo en mente, parafraseando a san Ignacio de Loyola, como si lo estuviera haciendo sólo yo y nada Dios, al mismo tiempo que el alma pide que lo haga todo Dios y nada yo. Quedando por lo tanto aquello que la Divina Providencia ha preferido.